domingo, 31 de mayo de 2015


Nota de Opinión

RSE: Basta de fantasías, por favor…
 

Por Fernando Esteban Passarelli

La primer responsabilidad social de las empresas es ganar dinero. Ganar dinero no es sólo un derecho de las empresas, también es un deber. Sin rentabilidad, todo el andamiaje de la Responsabilidad Social Empresaria se cae a pedazos, porque ganar dinero es la primer condición hacia la sustentabilidad empresarial. Luego, necesitamos discutir cómo ganan dinero las empresas y es allí donde la RSE toma un papel protagónico, aportando enfoques de pensamiento y gestión integrada en la toma de decisiones de las empresas, entre las dimensiones económicas, social y ambiental.

Reconozco que esta introducción obedece a cierto cansancio de escuchar y leer posturas de teóricos que parecen reclamarles a la RSE todo lo que los sistemas democráticos no le están dando a la gente, y pretenden hacer cargo a la empresa aquello que los Estados no logran resolver.

Es absolutamente cierto que, bajo el concepto “a mayor poder, mayor responsabilidad”, las empresas tienen un rol esencial en las sociedades modernas, pero esto no debe confundirnos. En las Democracias modernas, el único actor que tiene la responsabilidad de velar por el interés general, el bien común y que posee la suma de poderes para hacer cumplir la Ley hasta en forma coercitiva es el Estado. Los demás actores, responden en forma natural (y está bien que así sea), a un interés particular.

La idealización de la RSE es uno de sus peores enemigos, y alimenta la incredulidad de los agnósticos.

La RSE es un enfoque de negocios, una forma de conducir a la empresa en base al pensamiento y la gestión integrada en la toma de decisiones de las empresas, entre las dimensiones económicas, social y ambiental y tomando en cuenta las expectativas de los públicos que se relacionan con ella.

Ahora bien, definamos “tomando en cuenta las expectativas”. Esto no quiere decir en ningún caso que los líderes empresariales deben dejar de conducir conforme a las estrategias empresariales para satisfacer las aspiraciones de dichos públicos. La empresa no es un ente de beneficencia.

En tal sentido, aparecen en el horizonte nuevas propuestas estatutarias para empresas con el objetivo que dese su conformación sus líderes deban integrar lo económico, social y ambiental y reinvertir en forma obligatoria buena parte de sus utilidades.

La gran pregunta que se hacen los críticos de estas modalidades innovadoras es si el sector financiero, cortoplacista y utilitario por definición apoyará esta forma de conducir. Y si no lo hace, ¿podrán estas nuevas empresas lograr sustentabilidad sin la palanca del capital?

La necesidad de las sociedades en que vivimos por ejemplos éticos es tan desesperante que corremos el riesgo de inventar soluciones artificiales que no solucionen el fondo de la cuestión. En otras palabras, el verdadero problema parece estar más en el sistema que en sus partes y por consiguiente, buscar soluciones en las partes nos puede llevar a soluciones muy atractivas desde el punto de vista de la forma, pero muy poco efectivas en cuanto a sus impactos reales. 

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