Nota de Opinión
Con “el mejor precio”, ¿ganamos todos?
Por
Fernando Esteban Passarelli
El precio es un atributo
esencial en la mezcla de comercialización de toda empresa que ofrece productos
y servicios. Para numerosas empresas, la compra por precio configura su
principal estrategia de negocios sobre todo en países que registran índices
bajos de ingresos per cápita.
No obstante, los manuales de
gestión empresarial y de comercialización más reconocidos y utilizados
identifican al precio como un atributo con grandes debilidades, por cuanto su
adopción supone la idea de una carrera sin fin con la competencia ya que a un
precio bajo siempre la competencia responderá con otro menor, Por otra parte,
existe una clara fragilidad en la fidelización con el consumidor, por cuanto su
compra en esencia responde a encontrar al mejor postor.
Pero uno de los peores
efectos de una estrategia basada en precios radica en la potencialidad de
precarización de los componentes de costo para llegar a un precio determinado.
Un precio competitivo puede
responder a varios factores positivos que se conjugan para ofrecer al mercado
un producto o servicio determinado, pero también podría ser el reflejo de
“exprimir costos” colocando condiciones de abastecimiento en los eslabones de
la cadena que impliquen generar malas prácticas, abusos y hasta el
incumplimiento legal en las empresas proveedoras y subcontratistas.
Precarización laboral,
largas jornadas y condiciones deficientes de trabajo, deficiente calidad en
insumos y componentes, mala gestión en residuos e impactos ambientales,
deterioro en el vecindario, son algunas de las implicancias que pueden
relevarse cuando se genera un diagnóstico exhaustivo sobre algunas cadenas de
valor de grandes empresas.
Por ello, existe un fuerte
mandato en la totalidad de tendencias globales de sustentabilidad y en los
públicos que se relacionan con las grandes empresas para que implementen un
esquema de gestión que proactivamente identifique posibles impactos negativos
en la cadena de valor y defina estrategias de influencia y de transferencia de
buenas prácticas, que ofrezcan una respuesta contundente a estos fenómenos.
El argumento de que la
tercerización deslinda la responsabilidad de las grandes empresas es cada vez
menos aceptado, y pueden encontrarse números fallos jurídicos en los que las
“responsabilidades extendidas” resultan sumamente gravosas para los grandes
compradores.
Les toca a los conductores
asumir el rol de influir proactivamente sobre sus proveedores y subcontratistas
para que no sólo se garantice el cumplimiento legal en toda la cadena, sino
también para que un precio justo sea el reflejo de procesos que aseguren una
trazabilidad ética en todos sus eslabones.
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